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Hacer del mundo la patria de la humanidad

El 28 de noviembre de 1887, el obispo Giovanni Battista Scalabrini fundó la congregación de los misioneros de San Carlos. El beato creía que el propósito del instituto era"mantener la unidad entre religión y patria - dice el mensaje que la Dirección General Scalabriniana escribió para la ocasión- En consecuencia, considera importante que entre los migrantes se preserve la cultura de origen, porque esta es funcional para el mantenimiento de la fe".


Han corrido ríos de tinta para hablar de la patria, para celebrar sus glorias, para exaltar sus bellezas, para llorar sus desgracias, para esperar un futuro brillante. También han corrido ríos de sangre para defender la patria, proteger sus fronteras, garantizar su autonomía y libertad. El amor a la patria es sobre todo un sentimiento adquirido en el proceso de formación, apoyado en símbolos intocables. En realidad, a menudo oculta peculiaridades disolubles, pero sigue siendo un punto de referencia cuando prevalece la defensa contra algo percibido como una amenaza. La pertenencia a una patria es fruto del azar, pero es una pertenencia en gran medida indiscutible. La patria no se elige, se encuentra, y sigue siendo una referencia no temática, cuyas razones no se buscan. En esto, la patria es como la madre, a pesar de su apariencia siempre es la más bella. Se pueden ver sus defectos, se puede también criticar, pero sólo por quienes forman parte de ella. Las críticas de los otros, de los extranjeros, son rechazadas con desprecio. El apego a la patria suele ser más fuerte en quienes reciben menos de ella. Así nos recuerda Chateaubriand, “un nativo se preocupa más por su choza que un príncipe por su palacio”. La emigración proyecta una luz diferente y compleja sobre la noción de patria. Por un lado, cava su pátina de poética y retórica. Los que emigran son conscientes de las limitaciones de su patria y buscan en otra parte lo que su patria no les puede dar o incluso les quita: paz, libertad, oportunidades, desarrollo. Para muchos, la patria se convierte en aquella elegida, no aquella dejada. Por otro lado, la emigración facilita la recreación de un imaginario social, facilitado de la comparación con los demás, de las diferencias, de la sensación de incertidumbre y debilidad que experimenta simplemente por no estar en la patria. Este imaginario alimenta el mito del regreso, un mito porque para muchos nunca se realiza, un mito porque para quien regresa, la realidad resulta estar muy lejana de la imaginación.


La patria de Scalabrini Scalabrini vivió en el Resurgimiento, el periodo histórico en el que se formó el Estado italiano. Por lo tanto, no fue inmune a la retórica del amor patriótico. Celebró el progreso nacional: “saludamos con júbilo el florecimiento de la patria que se adorna con nuevas glorias”, y reivindicó el derecho a amar a la patria: “¿Nunca podrá un obispo declarar abiertamente que ama a su país?”. No obstante, en Scalabrini, el amor a la patria está indisolublemente unido al amor a la religión. “¡Religión y Patria! Estos son para siempre los dos grandes amores insertados por la mano de Dios en el corazón de la humanidad”. La perspectiva religiosa relativiza el sentimiento nacional y lo dirige a la patria definitiva. “La patria terrenal y la patria celestial. ¡Oh, sí, amamos la primera! Esta es un regalo de Dios... sin embargo para amarla de verdad asociamos a su amor el amor de la Religión, que nos guía hacia la patria eterna”. Scalabrini padeció por el hecho de que el proceso de unificación del Estado italiano se produjera en conflicto con el Papa y trabajó para sanar este conflicto. “¡Religión y patria! Estos dos amores supremos de nuestros antepasados, estas dos aspiraciones de todo corazón gentil deben como hijos de un mismo padre, darse el beso de paz, deben amarse y ayudarse mutuamente”. Su pasión por los emigrantes lo lleva a definir, pero también a reelaborar, el concepto de patria. Por un lado, él cree que la atención a los migrantes es un deber basado en razones tanto cristianas como patrióticas, y por tanto un deber para todos. O más bien, cree que el propósito del instituto que fundó tiene que mantener la unidad entre la religión y la patria: “Mi Instituto, surge de un admirable acuerdo de sentimientos religiosos y patrióticos”; en el Instituto, “la religión y la patria van de la mano”. En consecuencia, considera importante que se conserve la cultura de origen entre los emigrantes, porque es funcional para el mantenimiento de la fe. “Considero necesario que los italianos, en primer lugar, para que su fe religiosa se difunda y fortalezca, se mantengan unidas en la conservación de la lengua de su patria”. Por otra parte, es consciente de que la emigración reconfigura el concepto de patria, que se basa no tanto en vanos sentimientos como en una dura necesidad: “para el desheredado, la patria es la tierra que le da el pan”. Desde el punto de vista sociológico, la migración es, por tanto, una fuerza impetuosa que “eleva los destinos humanos, extendiendo el concepto de patria más allá de las fronteras materiales y políticas, haciendo del mundo la patria de la humanidad”. Desde una perspectiva de la fe, Dios guía a la humanidad “incluso a través de las catástrofes, hacia la meta final, que es la perfección del hombre en la tierra y la gloria de Dios en el cielo”. En la patria de la humanidad, que es el mundo, “no más guerras, no más conquistas coloniales hechas con sangre... No más supresión de pueblos, sino fusiones, adaptaciones, en las que las diferentes nacionalidades se encuentran, se cruzan, se restauran y dan lugar a otros pueblos”.


El año Scalabriniano La manifestación de Scalabrini nos guía en este año que hemos resuelto dedicar a la difusión de la devoción y a la profundización del conocimiento del Fundador. Se trata de una expresión que no sólo está relacionada con el pensamiento de Scalabrini. La relativización del concepto de patria, a la que se busca en el término análogo de tierra, inicia con el camino de fe de Abraham, y fue creada también por la primera comunidad cristiana. Los cristianos se caracterizaron por su condición de “extranjeros y peregrinos” (1 Pe 2,11). El escrito a Diogneto comenta magistralmente: “Toda tierra extranjera es una patria para ellos, y cada patria es extranjera”. La atención a la fraternidad universal, que es la base de la convivencia civil, es también un tema querido por el Papa Francisco, que lo desarrolló en la encíclica Fratelli tutti. Él advierte de un “universalismo abstracto y globalizante”, así como de la “mezquindad casera”. “La fraternidad universal y la amistad social dentro de cada sociedad son dos polos inseparables y coesenciales”. “No hay apertura entre los pueblos si no es desde el amor a la tierra, al pueblo, a los rasgos culturales propios”. Hacer del mundo una patria para el hombre no significa abrazar acríticamente la globalización, “lo universal no debe ser el dominio homogéneo, uniforme y estandarizado de una única forma cultural imperante”. Significa más bien ofrecer a todos la posibilidad de buscar las condiciones para una vida digna en un diálogo enriquecedor en el que cada uno pueda recibir y en el que cada uno pueda contribuir. Este diálogo no se produce de forma espontánea. A menudo es el fruto de la lucha, del esfuerzo, de la acción que comienza al interior de nosotros y de la que debemos ser artífices, habiéndola aprendido con nuestra vida. Además del aumento de la devoción y el conocimiento del Fundador, celebrar el Año Scalabriniano significa desarrollar el tema indicado en sus múltiples facetas que ofrece. Es una invitación a dar una patria a los que no la tienen, a desarrollar en particular la misión que amplía las fronteras más allá de lo habitual y lo conocido intentando caminos inexplorados, estar al lado de los que están lejos de casa para que se sientan en ella. Al interior de cada uno de nosotros, es una invitación a fortalecer la voluntad de caminar juntos, no acentuando la patria de proveniencia, sino una patria más grande, la pertenencia que ha sido creada cuando escuchamos la invitación de Aquel que nos llamó, sintiéndonos conciudadanos, pero también extranjeros, porque la verdadera patria reside siempre en otro lugar.


La Dirección general

Roma, 28 de noviembre 2021




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