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Día de Oración Contra la Trata de Seres Humanos



.La dignidad se pierde cuando nos alejamos de lo humano que hay en nosotros, cuando nos hundimos en la degradación, y eso por falta de respeto a nosotros mismos o por falta de respeto a los demás.

La dignidad se quita cuando negamos al otro algo que es inherente a la dignidad misma: ante todo, la libertad, la autodeterminación, el respeto de los derechos. En las formas más extremas, se arrebata la dignidad cuando se deja de considerar al otro como una persona para considerarlo un objeto del que se puede disponer.


La dignidad se restablece cuando se rompen las cadenas, cuando se eliminan las preclusiones, cuando se da la bienvenida y se ofrecen oportunidades, especialmente cuando ante la otra persona uno se detiene en el respeto reverente. La dignidad se recupera cuando caminamos sintiéndonos necesitados, aceptando el regalo que me hace el otro, sea cual sea su condición.





Como misioneros scalabrinianos que caminamos junto a los emigrantes, estamos invitados a aportar nuestra contribución a esta lucha. Ya lo hacemos dando consuelo y esperanza a quienes son rechazados en la frontera, a quienes la cruzan, pero no saben adónde ir, a quienes pueden redescubrir un atisbo de futuro a través de una oportunidad laboral. Ya lo hacemos en iniciativas de encuentro, diálogo, denuncia, proclamación. Ya lo hacemos compartiendo el pan y la palabra con los emigrantes que creen y que guardan su fe como un tesoro, aunque sea en vasijas de barro. Pero en esta ocasión queremos unir nuestra voz a la de la Iglesia y a la de todos los que están comprometidos contra la trata de seres humanos para condenar a quienes se aprovechan de los emigrantes necesitados, los esclavizan, violan su dignidad. Y también condenamos aquellas políticas migratorias que carecen de dignidad porque no permiten a los migrantes buscar una mayor dignidad.

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