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La violencia contra las mujeres de ambos lados del río: México y Guatemala

Los gobiernos de Guatemala y México han sido negligentes al no garantizar el cumplimiento de las obligaciones nacionales e internacionales para prevenir, erradicar, investigar, sancionar la violencia contra las mujeres, lo cual los convierte en estados feminicidas.


La violencia contra las mujeres impera en ambos lados de la frontera. Desde ambos lados de los ríos Suchiate y Usumacinta, que nos dividen y a la vez nos unen, la violencia de género se ha intensificado a través de los años consolidando así los sistemas patriarcales.




Ambas naciones tenemos una ideología colonialista y patriarcal, reflejada en la constante violencia contra las mujeres y contra los grupos indígenas. México y Guatemala han enraizado la desigualdad entre los desiguales, la pobreza entre los pobres, dejando a las mujeres como las más pobres y desiguales lo cual se representa en la feminización de la pobreza y en la feminización de la migración. Nuestra historia es la del uso del poder patriarcal que norma a las mujeres en lo público y en lo privado e incluso en el poder para decidir sobre sus propios cuerpos; sesgando la autonomía de las mujeres a la voluntad misógina a través discursos conservadores. Así se sustenta y reproduce la cultura feminicida, expresada en la normalización de determinadas conductas como la violencia sexual y la misoginia, presentes en ambos lados de nuestras fronteras -México y Guatemala-. Palpándose no solo en manifestaciones culturales, sino también en acciones y omisiones de los órganos de procuración e impartición de justicia.


La violencia sexual contra las mujeres, tanto en la Guatemala de los años ochenta como en el México de “la guerra contra el narcotráfico”, han dejado heridas profundas en la vida de las mujeres, heridas que no se cierran y heridas nuevas y profundas. Estos procesos de militarización tuvieron como estrategia milenaria la violación como arma de guerra ya sea en conflictos formales o no reconocidos, fundamentando y legitimando, desde la categoría simbólica, la identidad femenina como “símbolo- objeto” y que ha operado como un significante cultural en el que participan construcciones simbólicas como la identidad, la nacionalidad, el honor, lo femenino y lo masculino1. La violación sexual2 es una estrategia completa que pretende la intimidación y destrucción social, siendo un ataque contra la identidad, indemnidad, libertad e integridad tanto personal como cultural.




Guatemala: la violencia sexual como arma en la guerra y en la paz

Guatemala violenta diariamente a niñas y mujeres. Desde el 2011 al 2016, 15 mujeres sobrevivientes de la guerra lucharon para que se conociera su historia; sí una historia sin precedentes que llevó a juicio a dos exmilitares por delitos de lesa humanidad. Las abuelas de Sepur Zarco, como se las conoce, contaron cómo en 1982 miembros del ejército establecidos en un puesto en la comunidad Sepur Zarco (departamento de Izabal, Guatemala) mataron y desaparecieron a sus familias, asimismo cómo las violentaron y esclavizaron.


En Guatemala la violencia contra las niñas y mujeres continúa manifestándose en todos los estratos sociales. Según cifras de CIPRODENI5 de cada 10 víctimas de trata de personas, 8 son niñas y adolescentes; de enero a septiembre de 2020, 73 niñas murieron por violencia, 445 sufrieron lesiones por maltrato y 2,887 fueron sometidas a exámenes forenses por delitos sexuales; detectándose de enero a septiembre 77,847 embarazos en niñas y adolescente entre 10 y 19 años. Estas cifras evidencian que la violencia sexual se ha incrementado, sin tener acciones positivas por parte del Estado, que está obligado, para prevenir, erradicar, investigar y sancionar la misma. Por el contrario, se ufanan publicando que la violencia contra las mujeres ha tenido un descenso, para con ello no ser sancionados por las comisiones internacionales encargadas de la verificación y cumplimiento de los convenios internacionales signados.




Violencia feminicidio en México en un país “sin conflicto armado”

Oficialmente México no ha tenido una dictadura ni tampoco una guerra interna “formal”, pero los gobiernos civiles tampoco han garantizado los derechos humanos y menos cuando estos se tratan de las niñas y mujeres. Al contrario, han implementado procesos de militarización puntual o generalizada, a pesar de la evidencia acerca de la militarización como factor de incremento de la violencia la violencia sexual y feminicida.



Artículo tomado de animalpolitico.com

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