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“Los hijos están en el corazón, muy dentro”: madre de un joven migrante

En 2019 existían al menos 33 millones de niños migrando en el mundo, el 20% en la región de las Américas, de acuerdo con datos del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia. Las razones que llevan a la niñez a migrar son múltiples, incluyendo la violencia, la pobreza, la búsqueda de mejores oportunidades.


Temor, esperanza y nostalgia es lo que muchas madres de América Central sienten cuando sus hijos, muchas veces menores de 18 años, deciden cruzar fronteras para hacer vida en otro lugar. Saben que estarán lejos y que se enfrentarán a múltiples peligros, pero hay realidades, como la pobreza y la violencia, que los empujan a otras tierras en busca de mejores condiciones y oportunidades.

La misión del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) en Guatemala platicó con madres en Quetzaltenango, donde se reunieron de nuevo con sus hijos. Estas son sus historias que queremos compartir en el Día de las Madres, cuando muchas mamás (de personas migrantes, desaparecidas o privadas de libertad) esperan poder reunirse o tener noticias de sus hijos.

“No los obligamos a migrar, ellos fueron los que tomaron la decisión. Les he dicho que son pequeños todavía, que luchemos por salir adelante aquí en el país con un trabajo o un negocio”, cuenta Andrea mientras espera abrazar fuerte a sus dos hijos adolescentes retornados desde México.


Es madre soltera y aunque trabaja por ellos todos los días, en lo que puede, a veces no le alcanza para darles lo que necesitan, en particular, estudios. “Mis hijos me miran cuando me pongo a vender en algún lugar y nos levantan, nos sacan de donde nosotros estamos luchando por nuestra vida. Tal vez esto es lo que vieron mis hijitos lindos e intentaron migrar para tener una mejor vida”.

En 2019 existían al menos 33 millones de niños migrando en el mundo, el 20% en la región de las Américas, de acuerdo con datos del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef). Las razones que llevan a la niñez a migrar son múltiples, incluyendo la violencia, la pobreza, la búsqueda de mejores oportunidades. La historia de Andrea y sus hijos es una más de esa larga lista de niñas, niños y adolescentes no acompañados que migran desde los países de América Central.

“Los hijos están en el corazón, dentro. Cuando un hijo se enferma, sentimos que no estamos bien. Cuando un hijo hace falta, hay penas de a qué horas va a entrar, a qué horas va a salir, en qué va a trabajar”, dijo Andrea.

Está contenta porque volverá a ver a sus hijos y saluda a todas esas madres del mundo que se esfuerzan “para que sus hijos crezcan y para darles de comer todos los días”.

“No migran por casualidad”



Manuela espera que en los países de tránsito y destino de personas migrantes entiendan las razones que motivan a los jóvenes a dejar su lugar de origen: “No es por casualidad que los niños se van. Acá en Guatemala lamentablemente no se come nada, no hay trabajo por eso los niños viajan. Esperamos que los comprendan”, dijo.

Ella vive en el departamento de Quiché y su vecina la acompañó a esperar a su hijo para ayudarla a traducir lo que decía al español. Manuela explicó, en la lengua que hablan en su comunidad indígena, que en Guatemala lamentablemente no hay mucho trabajo y aunque Ramón* tiene menos de 18 años, se fue a México “a buscar qué comer”. Él no hubiera dejado su hogar, pero debido a la pandemia por la COVD-19 todas las cosas subieron de precio, incluso el maíz y “somos de escasos recursos”.

“Vengo a recoger a mi niño que se fue por necesidad”, contó Sipirina, quien tuvo que pedir dinero prestado para ir a recoger a su muchacho retornado desde Tapachula, Chiapas, en México.


“Ahora mami ya estoy grandecito, me tengo que ir a luchar por mi vida y sacarla a usted adelante”, le dijo antes de partir. Lo describió como un joven muy amable y está segura de lo que hará y dirá cuando la vea: “me va a decir ‘mamita chula’ y me va a abrazar”.

Desde “chiquito” al hijo de Esmeralda le ha gustado trabajar y tal vez por eso solito el hoy adolescente de 17 años decidió cruzar todos los días la frontera entre Guatemala y México para trabajar en una empresa bananera que está a cargo de unos familiares.

Todos los días Israel* madrugaba y se iba a las 4:10 de la mañana a trabajar, pero hubo un día que no esperó el autobús de regreso y lo detuvieron autoridades mexicanas. “Terminó su día de trabajo y cruzó el río como a la 1:30 de la tarde y lo agarraron. Supe de él a las 2:00 de la tarde”, recordó Marcela quien confesó haberse sentido desesperada y pensar lo peor pues estuvo un par de días sin saber la fecha exacta en la que retornarían a su hijo.Cariñosamente le dice “nene” y desde que supo el día de su retorno sintió alivio.


Articulo tomado de animalpolitico.com


https://www.animalpolitico.com/en-clave-humanitaria/los-hijos-estan-en-el-corazon-muy-dentro-madre-de-un-joven-migrante/



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